La megafábrica que construirá Tesla en México confirma el liderazgo del país como el mayor fabricante de vehículos eléctricos en América Latina.
Cuando finalice su construcción, será la primera planta de la compañía fuera de Estados Unidos, Alemania y China.
Con una gigantesca inversión de miles de millones de dólares, la fábrica, que estará ubicada en la norteña ciudad de Monterrey, estado de Nuevo León, producirá cerca de 1.000 coches al año y creará unos 6.000 puestos de trabajo, según ha trascendido en la prensa local.
El aterrizaje de Tesla se suma al plan de BMW de invertir US$860 millones en la fabricación de vehículos eléctricos en su planta de San Luis de Potosí y a los anuncios de otros gigantes del sector sobre nuevas operaciones para ampliar o iniciar su producción eléctrica.
Así las cosas, la llegada de Tesla y BMW se suma a las ocho fábricas de vehículos eléctricos que ya están funcionando en el país, entre las que figuran gigantes de la industria automotriz mundial como General Motors o Ford.
“Veremos un mayor desarrollo económico”, comenta en diálogo con BBC Mundo Francisco González, presidente de la Industria Nacional de Autopartes de México, INA.
Por cada dólar invertido, apunta, se genera un efecto económico multiplicador de entre US$7 y US$11 en la economía local por toda la actividad que rodea a una planta de autos, como la industria de autopartes y otros proveedores de bienes y servicios que le dan vida a la fábrica.
Hace unos cuatro años el sector de los autos eléctricos arrancó los motores en México, un país que ha desarrollado una fuerte industria automotriz, convirtiéndose en el séptimo productor del mundo y el quinto exportador.
Y las proyecciones indican que la producción de vehículos eléctricos (que en 2022 fue de 9.000 unidades) superará los 40.000 en 2025 (eso sin contar los autos que fabricará Tesla).
Una de las primeras ventajas es la cercanía geográfica con Estados Unidos, el segundo mayor mercado automotriz del mundo después de China.
Las grandes firmas ensamblan sus vehículos en el lado mexicano y la mayor parte de ellos se vende en el mercado estadounidense.
Son autos “Made in Mexico” que en pocas horas cruzan la frontera y llegan a su destino final.
Como México ha sido por décadas un centro de fabricación automotriz, no es extraño que ahora se suba a la ola de la electromovilidad que recorre el mundo.
“México tiene el talento humano”, dice González, porque cuenta con una fuerza laboral especializada que por años ha adquirido los conocimientos necesarios para fabricar todas las partes que requiere la fabricación de un automóvil.
Esas décadas de desarrollo de la industria automotriz le han hecho desarrollar infraestructura, como -por ejemplo- carreteras para trasladar los carros al mercado de EE.UU. y una red logística que mueve la industria.
Otro factor clave es que México tiene una extensa industria de autopartes de la cual se alimentan las grandes empresas multinacionales para fabricar sus productos.
Una de las cosas que más ha beneficiado a la industria automotriz mexicana es la firma del T-MEC, el tratado de libre comercio entre Canadá, Estados Unidos y México.
Bajo este acuerdo comercial, los vehículos producidos en México (que contienen al menos un 75% de fabricación con componentes locales) no pagan el arancel de 25% que deben abonar los automóviles provenientes de otros países.
De esta manera, el tratado se ha convertido en un fuerte incentivo para que las empresas expandan sus líneas de fabricación en México y no las lleven a otros países.
Pero si hablamos específicamente de los vehículos eléctricos, hay una pieza fundamental de este rompecabezas: los incentivos monetarios que ha ofrecido el gobierno de Joe Biden a los consumidores estadounidenses para que compren autos eléctricos, como parte de sus planes para incentivar el uso de energías limpias.
Sin embargo, para que la industria de los vehículos eléctricos siga desarrollándose en México, el país tiene que resolver un gigantesco problema: la energía.
La fabricación de los autos eléctricos requiere el consumo de grandes cantidades de electricidad, un recurso que las firmas no tienen garantizado.
Grandes empresas de distintos sectores que están interesadas en trasladar parte de sus operaciones de manufactura a México se han encontrado con el obstáculo de la escasez de ese tipo de energía, un tema que ha estado sobre la mesa por mucho tiempo y que, hasta ahora, sigue siendo un punto de quiebre.
Si bien el gobierno mexicano ha manifestado su interés en incentivar el uso de energías renovables, el sector privado tiene sus reservas y teme que las promesas no se cumplan.
Sumado a los problemas de electricidad, el país vive una brutal escasez de agua que se ha agudizado con las sequías que afectan al país, especialmente en estados como Nuevo León, la región donde se va a instalar la megaplanta de Tesla.
A mediados del año pasado la gente salió a las calles a protestar porque no había agua suficiente para el consumo doméstico.
Y, aunque el consumo hídrico industrial solo es de un 4% del consumo total (la mayor parte se la lleva el sector agrícola y ganadero), los dardos estuvieron dirigidos a las empresas que utilizan grandes cantidades del recurso hídrico en su proceso de fabricación.
No es el caso del sector automotriz que, si bien consume agua, no es intensivo en uso del recurso hídrico.
Según los cálculos del investigador José Antonio Ordóñez, si no se hace nada para mejorar la crisis hídrica en Nuevo León, los niveles de agua alcanzarían para apenas tres años más, en el peor de los escenarios.
Pero si se hacen las inversiones necesarias para mitigar los efectos de la escasez hídrica, la situación podría revertirse.
“La inversión puede detonar el cambio”, apunta el académico del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey y de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Desde esa perspectiva, Ordóñez -quien ha investigado extensivamente la escasez de agua, el cambio climático y las energías renovables en México- argumenta que la nueva planta de Tesla “puede ser una oportunidad para el desarrollo económico y una oportunidad laboral para muchas personas”.
La inversión de la empresa de autos eléctricos podría ir más allá de la planta en Nuevo León, según dijo el canciller Marcelo Ebrard a mediados de febrero.
“Ellos están pensando en un ecosistema; lo que entiendo es que van a ver en qué estados están los que los surten, qué tipo de servicios logísticos y de otro tipo van a necesitar y qué cosas podemos producir en México, por eso se llama ecosistema Tesla”.
“El ecosistema Tesla es compatible con las ideas de México respecto a la electromovilidad”, apuntó el canciller, y dijo que la empresa está interesada en que el país transite hacia formas de generación de electricidad limpias y más baratas.
El gigante automotriz, fundado en California en 2003, fabricó 1,3 millones de vehículos eléctricos durante 2022, un crecimiento anual de 47%, de acuerdo con sus resultados financieros, una capacidad productiva que espera incrementar una vez que esté en operación la planta en Monterrey.
Entre sus planes está aumentar las ventas globales hasta llegar a los 20 millones de vehículos en 2030.
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