Colombia amaneció el domingo 7 de agosto, fecha en la que hace 203 años dio el primer paso para su independencia, llena de optimismo, rebosante de ilusión y esperanzada en vivir un futuro pacífico, en disfrutar de una Colombia en la que cese la violencia e impere el diálogo sobre la confrontación. Bogotá, la capital, parecía vivir un carnaval.
Ciudadanos de distintas regiones habían realizado un viaje al que habían llamado “un viaje para celebrar que estoy vivo”.
En su discurso de toma de posesión, Gustavo Petro les dio la razón.
“Colombia no puede seguir siendo el país de la muerte. Tenemos que construir el país de la Vida. Este es el gobierno de la Vida y la Paz”, recalcó el presidente, que no olvidó las heridas producidas por la violencia que vive su país en busca de la paz.
Era otro día histórico, el de la posesión del primer Gobierno de izquierda liderado por Gustavo Petro Urrego (62 años), el presidente número 42 de este país, y al que eligieron 11,3 millones de colombianos. Un día en el que Colombia iba a estar en boca del mundo y no por el narcotráfico o porque en alguna zona rural habían quitado la vida a líderes sociales.
Un día en el que recibiría la visita de varios presidentes de otros países y también la del rey Felipe VI.
Las calles de Bogotá amanecieron engalanadas con los colores de la bandera colombiana. Era un día para olvidar el gobierno saliente y pensar en el que ha prometido la transformación social del país, en el que ha asegurado que buscará unir esa Colombia partida en dos. Había un entusiasmo en la plaza Bolívar que muy pocos recordaban.
Más de 100.000 personas coreaban el nombre de Petro y cantaban “Petro, amigo, el pueblo está contigo”.
Era un carnaval, ganas de vivir como la misma vicepresidenta Francia Márquez ha proclamado durante toda la campaña electoral: “Vamos a vivir sabroso”. Todo era una gran fiesta. La esposa de Petro y toda su familia desfilaron saludando a muchos invitados. Pero el presidente quiso ejercer desde el primer momento. Tomó el mando en cuanto juró cumplir fielmente la Constitución y las Leyes de Colombia.
La noche anterior, Iván Duque, el mandatario saliente, le había negado tener la urna con la espada del libertador Simón Bolívar en el acto de la posesión. Nada más juró, Petro ejerció. Primero ordenó a las fuerzas militares que llevaran esa espada a la plaza Bolívar, y después quiso que una hermana del exguerrillero del M-19 Carlos Pizarro, la senadora María José, le impusiera la banda presidencial.
Fue un acto muy emotivo, pero no exento de confrontación. Petro quería marcar diferencias. Y las fuerzas militares obedecieron la orden. Esa espada fue robada por el M-19 en 1974, movimiento guerrillero al que perteneció Petro y que luego se convirtió en partido político. Él, que es un hijo del proceso de paz, quiso subrayar que de la paz se obtienen frutos mayores que de la guerra.
La Colombia de lo posible
El discurso de Roy Barreras, presidente del Senado, fue el primero en echar agua al vino que estaba degustando el numeroso público que se había presentado en los alrededores de la plaza Bolívar para vivir un momento histórico. Al final de su intervención Petro se emocionó al hablar de la reconciliación del país.
«Se acabaron los no se puede y los siempre fue así. Hoy empieza la Colombia de lo posible. Hoy empieza nuestra segunda oportunidad. Desde hoy, soy el presidente de toda Colombia y de todos los colombianos y colombianas. Es mi deber y mi deseo».
El nuevo presidente prometió luchar contra la corrupción con mano firme y sin miramientos. Señaló que aplicará un gobierno de tolerancia cero.
Y finalmente anunció que “unirá a Colombia, entre todas y todos. Tenemos que decirle basta a la división que nos enfrenta como pueblo. Yo no quiero dos países como no quiero dos sociedades. Quiero una Colombia fuerte, justa y unida. Los retos y desafíos que tenemos como nación exigen una etapa de unidad y consensos básicos. Es nuestra responsabilidad”.
Petro finalizó su discurso con un mensaje que le dijo una niña arhuaca cuando el jueves pasado protagonizó una ceremonia simbólica de posesión en la Sierra Nevada de Santa Marta.
“Para armonizar la vida, para unificar los pueblos, para sanar la humanidad, sintiendo el dolor de mi pueblo, de mi gente aquí, este mensaje de luz y verdad, esparza por tus venas, por tu corazón y se convierta en actos de perdón y reconciliación mundial. Pero primero, en nuestros corazón y mi corazón, gracias”.
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