María Fernanda Cabal (Cali, 56 años) es conocida por decir cosas que resultan asombrosamente impactantes con una naturalidad sorprendente. En su presencia, todo adquiere una apariencia natural desde cerca. No se siente repelente ni incómoda, y en algún momento durante la conversación, uno se sumerge en su mundo de afirmaciones desmedidas, arriesgándose a normalizarlas. La mujer que mandó a Gabriel García Márquez al infierno, que cree que el cambio climático es una farsa, que considera que Álvaro Uribe en realidad posee un corazón liberal de izquierda o que las humanidades crean fanáticos con ideas estúpidas, ha prosperado en la era de Petro. Se encuentra convencida de que ha llegado su momento y de que, si Dios lo permite, podría convertirse en la próxima presidenta de Colombia.
El día en que Gabriel García Márquez fue mandado al infierno, Cabal era una novata en política. Fue llevada de la mano por el Centro Democrático, un puesto que le fue ofrecido a su esposo, el poderoso ganadero José Félix Lafaurie, antes que a ella. Era el año 2014 y Juan Manuel Santos ocupaba la presidencia, quien ya se había convertido en enemigo de Uribe. Cabal se convirtió en la candidata principal para la Cámara de Bogotá porque nadie más deseaba presentarse. Nadie, ni siquiera el líder del partido, apostaba por dicha candidatura. Siendo una desconocida, obtuvo la mayor cantidad de votos en la lista. Su nombre permaneció poco tiempo en las sombras, rápidamente se convirtió en una máquina generadora de titulares de prensa. Ahora lo recuerda y se ríe: “Nos fue espectacular, así fue como comenzamos en el Congreso y me involucraron en todos los problemas del mundo…”. Se refiere a la prensa, aunque también contribuyó.
El caso de Gabo fue solo el primero. El Nobel acababa de fallecer y a Cabal le mostraron una foto del escritor junto a Fidel Castro, quien aún contaba con un par de años de vida. Consideró que sería una buena idea tuitear: “Pronto estarán juntos en el infierno”. Sus palabras provocaron un terremoto, no solo en el país del autor. Tuvo que ofrecer disculpas, pero la polémica le sirvió para descubrir lo que ahora considera su mayor fortaleza.
En los meses siguientes, comenzó a encontrarse con personas en la calle que la habían votado por atreverse a decir públicamente lo que ellos no se atrevían. Se dio cuenta de que una “provinciana de derechas” como ella tenía el poder de sacar a la luz a los odiadores ocultos. Explica que sus seguidores son aquellos que la observan y piensan: “esta mujer es valiente, qué mujer tan fuerte”. Esa ha sido su receta durante los últimos 10 años: decir todo lo que se le viene a la mente sin filtros. Y lo que piensa incluye todos los clichés propios de la extrema derecha actual, incluso la creencia de que no existe la extrema derecha.
-Entonces, ¿cómo se define?
-Soy considerada normal
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