Desde mucho antes del triunfo sandinista del 19 de julio de 1979, el líder Fidel Castro y la Revolución Cubana servían de inspiración a los guerrilleros nicaragüenses en su lucha contra Anastasio Somoza Debayle. No obstante, el apoyo de Cuba resultó más notorio tras la derrota al dictador y la llegada de profesionales a la nación centroamericana.
Fidel arribó por primera vez a Nicaragua el 16 de julio de 1980 y en el aeropuerto Augusto C. Sandino lo esperaba el actual presidente, Daniel Ortega. Tres días después, en un discurso de 35 minutos, dejó en claro el compromiso, solidaridad y ayuda a la nación hermana: “No venimos aquí a enseñar, ni a influir, venimos humildemente a aprender”.
Durante un encuentro con internacionalistas de la isla en la Casa del Alba Cultural, organizado por la sede diplomática de Managua en La Habana, el embajador Alejandro Solís calificó de “episodio histórico, heroico, valiente y sin cuartel” las acciones encaminadas a la derrota del régimen de Somoza.
El diplomático, quien entregó ese 7 de julio último sus cartas credenciales al presidente Miguel Díaz-Canel, transmitió a nombre del mandatario Daniel Ortega y la vicemandataria Rosario Murillo un mensaje de unidad y fuerza, previo al aniversario 43 de la victoria del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).
Solís agradeció la presencia y apoyo solidario de representantes de varios territorios en el mundo, durante la década de 1980. Mencionó el periodo de los gobiernos neoliberales desde 1990 hasta 2006, año del triunfo electoral del FSLN, desde cuando “trabajamos por una patria libre, soberana, por la paz, reconciliación y desarrollo”.
El embajador compartió una carta escrita por el dirigente cubano Fidel Castro, difundida el 2 de julio de 1981 y dirigida a los maestros de misión en Nicaragua: “Cuánta satisfacción nos produce que el desarrollo educacional de nuestro país permita brindar ayuda a ese querido pueblo”, reconocía el líder.
El 25 de julio de 1979 aterrizó en Managua un avión procedente de Cuba con 90 toneladas de comida y 60 médicos y enfermeros. Antes de finalizar ese año, llegaron alrededor de 1.000 maestros y algunos técnicos vinculados a la industria pesquera. Posteriormente, otros docentes se incorporaron a la campaña de alfabetización impulsada por el sandinismo.
Emma Margarita Gilbert conformó el primer Contingente Internacionalista Augusto César Sandino que acudió a la tierra de lagos y volcanes, el 5 de noviembre de ese año, con la misión de dar clases en aquellas comunidades, olvidadas durante la denominada dinastía de los Somoza, consolidada en el país desde 1934.
“Tenía solo 20 años de edad y apenas tres años de graduada. Fui ubicada en dos localidades del departamento de León. Inicialmente, junto a los Comités de Defensa Sandinista, elaboramos un censo para conocer a los niños y jóvenes que nunca habían acudido a una escuela. Nuestro primer espacio docente fue el portal de una casa”, recordó.
Según la educadora, los cubanos residían en las viviendas de los campesinos y compartían con ellos los quehaceres hogareños. También intervinieron en la edificación de centros escolares, labores de saneamiento, construcción de letrinas y en la Campaña de Alfabetización, desde el 23 de agosto de 1980, cuyo resultado fue la disminución del analfabetismo del 50% al 13%.
Desde El Marañonal y el Zanjón de Santo Cristo, los profesionales de la isla participaron asimismo en la recogida del algodón: “En esa época los estudiantes no acudían a clases, por ello nos tocó en numerosas ocasiones ir en la mañana con ellos al campo, para que en la tarde aprendieran a leer y escribir. En la noche, con un candil, los adultos recibían las lecciones”.
Hace unos tres años, relató la profesora, un hombre natural de Telica le solicitó amistad en la red social Facebook. “Era uno de los jóvenes que alfabetizamos, el escritor y músico nicaragüense Pedro Alfonso Morales, célebre entre otras cosas por la canción Mi Güegüense y con una veintena de libros publicados”.
“Aprendimos a palmear la tortilla y a hacer la cuajada, participamos en sus fiestas y conocimos de sus tristezas y alegrías”, añadió la catedrática de la mayor de las Antillas, una de las integrantes de ese grupo de 100 pedagogos que recorrió campos, montañas y zonas selváticas de la nación centroamericana.
La guerra contrarrevolucionaria en Nicaragua, a comienzos de la década de 1980, combinó aspectos políticos, económicos, diplomáticos, ideológicos, éticos y religiosos e involucró desde el punto de vista geográfico las fronteras de Honduras y Costa Rica, las aisladas montañas del interior del país y la costa Atlántica.
Las agresiones, dirigidas por la administración estadounidense de Ronald Reagan (1981-1989), tuvieron como propósito, bajo diversas fórmulas, el derrocamiento del gobierno sandinista, con intentos de desvirtuar, desgastar y hacer fracasar el proyecto revolucionario impulsado desde julio de 1979.
Orelvis Martínez Martínez, gastroenterólogo del Hospital Universitario Clínico Quirúrgico Comandante Manuel Fajardo de La Habana, llegó a Nicaragua en 1984, movilizado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) de Cuba, para colaborar como médico con el Ejército Popular Sandinista (1979-1994).
“Contribuimos en la asistencia sanitaria durante la guerra contra el pueblo y Gobierno, un conflicto totalmente injusto y muy costoso, con la pérdida de miles de vidas humanas, financiado y mantenido desde el exterior. Llegué al departamento de Jinotega en julio de ese año, próximo a cumplirse el primer lustro de la Revolución Sandinista”, contó.
La primera encomienda como parte del apoyo a las fuerzas armadas del país centroamericano, refirió el profesional de la salud, fue la construcción de un centro hospitalario de campaña. Los camiones desplegados sirvieron como salones de operación y cada uno permitía la realización de intervenciones quirúrgicas a cuatro pacientes de manera simultánea.
“Nuestro trabajo consistía en la atención a los heridos y enfermos durante los enfrentamientos; así como, a los pobladores y vecinos de la región, víctimas de una desidia histórica. Algunos de ellos, incluso, no habían acudido nunca a un médico. Entregábamos los medicamentos de manera gratuita y cumplíamos con todos los procederes posibles en nuestra unidad”, explicó.
El especialista resaltó, asimismo, la acogida, respeto y admiración experimentado por los residentes en la zona, las autoridades y los representantes del Ejecutivo sandinista en respaldo a los jóvenes cubanos, muchos de ellos recién graduados, pese a los difíciles momentos vivenciados tras el triunfo de la última revolución armada en América Latina.
La doctora Miladys Orraca Castillo, especialista de segundo grado en Genética Clínica y, hace más de una década, coordinadora de la Brigada Médica Cubana en Nicaragua, significó que en aquella época el país mostraba los efectos de la guerra, los terremotos y el menosprecio de los gobiernos neoliberales durante la década de 1990 y comienzos del presente siglo.
“Percibimos sus ansias de salir adelante y, precisamente, nuestra responsabilidad era contribuir al progreso social. Allí constatamos el cariño de sus ciudadanos porque nosotros no nos quedamos en hoteles, vivimos en sus casas. Participamos en un estudio en todos los departamentos, hasta los lugares más intrincados”, aseguró.
La máster en Atención Integral al Niño, doctora en Ciencias y profesora titular, expresó que, durante más de un año, la brigada de 200 profesionales —alrededor de 30 cubanos y el resto nicaragüenses—, visitó a las personas con discapacidad en los lugares más inhóspitos y alejados de las ciudades.
“Unidos conformamos un gran ejército de estudiantes, egresados de las escuelas cubanas de medicina y miembros del FSLN para llegar a las casas de los enfermos, con un esfuerzo tremendo porque no era solo identificar las causas sino también resolver los problemas de salud. Fue una experiencia única y constituyó un intercambio cultural entre las dos revoluciones “, reconoció.
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