Al igual que sucede en diversos países, en México resulta muy poco común encontrar ejemplos exitosos de renovación urbana. Orizaba, en el Estado de Veracruz es una interesante excepción que vale la pena revisar brevemente. Se trata de un municipio de algo más de 123 mil habitantes (Censo de Población y Vivienda 2020, INEGI) que ejerce de centralidad de la cuarta zona metropolitana de Veracruz, conformada por 12 municipios. De acuerdo al Consejo Nacional de Población (CONAPO) en sus Índices de Marginación 2015, Orizaba es clasificado como de un nivel muy bajo de marginación; sus indicadores de carencias sociales y rezago destacan por ser más bajos que los de la entidad (la urbanización es de 99.9%).
En cuanto a los atributos ambientales, el municipio cuenta con importantes ecosistemas en los cerros del Borrego, Escamela; los ríos Blanco y de Orizaba, así como la parte oriental del volcán Citlaltépetl o Pico de Orizaba, con una variedad de bosques, cañadas y barrancas húmedas, además de arroyos y diversos manantiales; esta riqueza hídrica contribuye al abastecimiento de agua potable de la región.
Pero la vida en Orizaba no siempre fue de calidad. Hacia la década de los años 1970 y principios de 1980, el Río Orizaba (afluente del Río Blanco, a su vez tributario de la Cuenca del Papaloapan) que atraviesa la ciudad y se encuentra integrado a la dinámica urbana desde el siglo XVI mediante diversos puentes, se encontraba fuertemente contaminado. Entre las descargas industriales y domésticas a lo largo de su cauce, pero también la descontrolada disposición de residuos sólidos, el río era una auténtica cloaca.
La situación empezó a cambiar en 1982, cuando las autoridades pusieron en marcha una serie de intervenciones, control de las descargas, tratamientos de las aguas, obras de infraestructura y de limpieza del río. En 1985 se organizaron las primeras regatas en el Orizaba, recorridos en balsas que continúan realizándose hasta nuestros días y que tienen el objetivo de mantener un uso recreativo activo y de nulo impacto ambiental negativo.
Los gobiernos municipales siguientes continuaron desarrollando una serie de proyectos que han derivado actualmente en uno de los mayores atractivos turísticos de la región: el Paseo del Río Orizaba, con una Unidad de Manejo para la Conservación de la Vida Silvestre llamada Reserva Animal, un Paseo del Arte y su interconexión con edificios de importancia histórica, parques, un jardín botánico y sitios de belleza natural. Orizaba se ha reconciliado con su río, cosa difícil en un país en el que, por lo menos el 70% de sus cuerpos de agua superficiales se encuentran altamente contaminados.
Hace unas semanas sostuve una charla con Igor Rojí López, ex Presidente Municipal de Orizaba durante el gobierno 2018-2021 y actualmente Presidente de la Unión Iberoamericana de Municipalistas, organización internacional para el desarrollo, sin ánimo de lucro. Le pregunté acerca de las claves para la renovación urbana en Orizaba. Rojí habla del elemento detonador, la recuperación del Río Orizaba, pero también de cómo las condiciones macroeconómicas delinearon el cambio de estrategia de desarrollo de la ciudad. Sucedió que la histórica vocación industrial de Orizaba sufrió fuertes reveses en la década de los años 1990: la industria cervecera se modernizó, mecanizando buena parte de sus procesos y con ello despidiendo a su personal. Al mismo tiempo ocurrió el cierre casi masivo de las empresas textiles, que ya no pudieron competir en los mercados internacionales ante las condiciones impuestas por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Había que reaccionar y pronto.
Entonces las autoridades municipales voltearon hacia la industria turística: el Ayuntamiento cambió de sede para destinar como atractivo el actual Palacio de Hierro (estructura metálica Art Nouveau que hoy alberga varios museos), se construyó el Teleférico de Orizaba, que comunica al centro de la ciudad con la cima del Cerro del Borrego, en donde se construyó un ecoparque, se desarrollaron numerosos y variados espacios públicos de calidad y se trabajó en mejorar los servicios públicos. A partir de ello, se han incrementado notablemente las inversiones privadas, atendiendo esa vocación turística pero también en otros sectores. Se calcula en 600 mil los visitantes anuales a Orizaba, cuatro veces su propia población (https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/macario-schettino/orizaba/). Rojí me comentó que una gran ventaja es la continuidad en la visión de desarrollo por parte de los gobiernos municipales. Por ejemplo, el actual Ayuntamiento trabaja en mejorar los espacios deportivos, en la recuperación de edificios históricos (como el Exconvento de San José de Gracia, del siglo XVIII y que recientemente albergó a una feria del libro), o el Tobogán de la Montaña que se construye en el Cerro de Escamela, prometedor atractivo de bajo impacto ambiental.
Resalto dos proyectos que me parecen particularmente interesantes, puestos en marcha durante 2020: el Ayuntamiento construyó viviendas para reubicar a familias que habían sido estafadas por las autoridades del vecino municipio de Ixhuatlancillo y que habitaban un predio de manera informal y precaria, sin servicios públicos. Uno de los muy escasos gobiernos que atienden el derecho a la vivienda. El otro es la Planta Separadora y Trituradora de Residuos Orgánicos y Sólidos (ECORI). Orizaba ha obtenido reconocimientos internacionales por el adecuado manejo de los residuos sólidos municipales durante varios consecutivos.
ONU-Hábitat calculó en 2018, mediante su Índice Básico de las Ciudades Prósperas que, pese a la amplia infraestructura urbana del municipio de Orizaba (lo que contribuye a un mayor acceso a los servicios por parte de los habitantes y por lo tanto una mejor calidad de vida), prevalecen algunos indicadores de pobreza, al tiempo que la elevada urbanización del territorio crea tensiones con el entorno natural. Algunos de los retos que enfrenta la ciudad hoy por hoy es la reducción de áreas permeables; la necesaria extensión de los sistemas colectores y de conducción de agua; la medición de la calidad del aire y el abatimiento de la contaminación en todas sus formas; el saneamiento del Río Blanco; una mayor diversificación del empleo y el desarrollo económico; el fortalecimiento de las capacidades institucionales y principalmente, el cáncer que aqueja todo México: la inseguridad y los índices de criminalidad.
No vivo en Orizaba, pero sin duda la ciudad es otra, mucho más disfrutable y habitable que aquella que dejé en 1990 para hacer la carrera universitaria. Una interesante muestra de renovación urbana.
Mtra. Assenet Lavalle Arenas
Junio, 2022
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