En una época donde el acceso a Internet se considera un derecho fundamental y un motor clave para el desarrollo social y económico, Bolivia ha tomado una decisión que ha sorprendido a muchos: rechazar la oferta de Starlink, el servicio de internet satelital de SpaceX, liderado por Elon Musk. Mientras el mundo avanza hacia una conectividad global más eficiente, el país andino opta por no aceptar la propuesta de la compañía, una decisión que genera controversia y pone en evidencia las dificultades tecnológicas que enfrentan los bolivianos fuera de las grandes ciudades.
El contexto de la conectividad en Bolivia
Bolivia, un país de 12 millones de habitantes, ha experimentado históricamente problemas con la calidad y cobertura de su servicio de internet. En muchas áreas rurales, fuera de los centros urbanos más grandes, la señal es prácticamente inexistente, o las conexiones disponibles son increíblemente lentas. Las páginas web tardan mucho en cargar, las transmisiones de video se congelan y la carga de trabajo de aquellos que dependen del internet se vuelve una pesadilla.
En las regiones más remotas, como las zonas montañosas o la vasta selva amazónica, acceder a internet es un desafío diario. Las carreteras son peligrosas, y la señal de internet más cercana puede encontrarse a horas de distancia. En este contexto, la propuesta de Starlink parecía una solución ideal: internet rápido, asequible y, lo más importante, disponible en áreas donde las conexiones tradicionales no llegan.
¿Por qué Bolivia rechazó la oferta de Starlink?
A pesar de las promesas de Starlink de llevar internet satelital a las zonas más aisladas de Sudamérica, el gobierno boliviano decidió no otorgar la licencia de operación a SpaceX el año pasado. Esta decisión ha generado desconcierto y descontento entre la población, que ve cómo su país sigue siendo uno de los más rezagados en términos de acceso a internet en la región.
Bolivia optó por mantener su infraestructura de telecomunicaciones, confiando en un satélite de fabricación china que, aunque tiene su propio alcance, no puede competir con las capacidades de Starlink. La negativa a permitir el servicio de Musk, según algunos expertos y autoridades, responde a una preocupación por el dominio que SpaceX podría llegar a ejercer sobre el acceso a la información y la conectividad a nivel global.
Starlink, a pesar de haber hecho progresos en otros países de América Latina, también enfrenta críticas por su control de las telecomunicaciones. A medida que crece su red, surgen inquietudes sobre el poder que Musk podría acumular a través de la influencia de una red global de telecomunicaciones utilizada tanto por gobiernos como por millones de usuarios privados. Este control podría dar a SpaceX una ventaja significativa, lo que genera desconfianza, especialmente en países que ya ven en Musk un actor con inclinaciones políticas visibles.
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