Economía Circular: Tendencia en LATAM

Hemos emprendido nuestro camino hacia la “Bioeconomía” de Georgescu-Roegen, en aras de que esta Economía Ecológica aplicada en el Sector Productivo, nos ayude a lograr una gestión “inteligente” de los diversos recursos disponibles de forma efectiva desde un enfoque sostenible, a través del conjunto de modelos de producción integrales e incluyentes que contempla.

Lo anterior a favor del cambio generacional de patrones en materia de producción y consumo, y aunque la Economía Ecológica, la del Bien Común, la Economía Circular o Verde, tienen diferentes significados, tienen objetivos complementarios, como este, y otros.

En función de ello, la Economía Circular (EC) al igual que la Verde, tiene como meta principal, optimizar el rendimiento de los recursos finitos del Planeta Tierra. Esto mediante la implementación de estrategias circulares que en su totalidad se involucran en los ciclos de producción y más allá, implicando el uso eficiente de materias primas, de los recursos energéticos y la minimización de los riesgos medioambientales.

La EC, según distintos especialistas en el ramo, debe de considerar en sus estrategias con relación a sus objetivos, tácticas y viceversa, las famosas “nueve erres (9R)”: repensar, rediseñar, refabricar, reparar, redistribuir, reducir, reutilizar, reciclar y recuperar energía.

Más aún, si le damos el peso debido a la relevancia que sostiene la relación entre la Industria 4.0 y las Tecnologías Digitales en sus múltiples dimensiones, tanto de modo favorable como desfavorable, para el logro de dicha transición.

Debido al incremento radical de la virtualización por tanto de la digitalización, lo que incide en todos los Sectores Productivos, robusteciendo el enorme desafío tanto cultural como económico que enfrentamos en nuestra transición hacia la EC, la cual está fuertemente ligada a la digitalización mundial.

En este contexto, Latino América (LATAM) avanza en materia de EC, sus países más avanzados en esta transformación son Costa Rica, Brasil y Chile, a su vez, y a la par, son los mejor preparados hasta el momento, para aprovechar las oportunidades que ofrece la Revolución 4.0.

En suma, gobiernos como el de Colombia, Chile, Ecuador, Perú y Uruguay han desarrollado o están planificando una “Hoja de Ruta hacia la EC”. En el caso, de Colombia y Uruguay, además atesoran Estrategias Nacionales de Economía Circular.

Por otra parte, Brasil, Colombia, Chile, Costa Rica, Honduras, México, Perú y Uruguay han creado “Sistemas” para desarrollar la “Ley de Responsabilidad Extendida del Productor (REP)”, en mayor o menor grado, para una serie de categorías de productos.

En ese marco, LATAM asciende de forma favorable en cuanto al avance hacia la EC y demuestra, sobre todo a través del interés activo y acciones emprendidas de su Sector Privado y de su Sociedad Civil, principalmente, que la visión regional y/o global es fundamental en todos los sectores, para el logro de un mejor y mayor progreso en este sentido.

Debido a que, fomentar la transferencia de conocimientos y el aprendizaje basado en los éxitos y puntos de mejora conforme a las experiencias de la distintas localidades y países, es fundamental.

De forma global, por otro lado, China y Europa son referentes mundiales en la transición hacia la circularidad, desde este enfoque. Sus estrategias de circularidad han influido en el resto del mundo.

Por cierto, países como Francia, Japón, Alemania y España, han prosperado mucho en comparación a los demás países.

En contraste y en materia de avances y desde la perspectiva de la medición de la EC, la ONU a través de su PNUMA, cuenta con el “Índice de Progreso de la Economía Verde”, también la Unión Europea, tiene el “EU Monitoring Framework for the Circular Economy “.

Seguimos en transición, y mientras tanto, todo acto local o mundial en la materia, nos aproxima sin duda a la meta de innovar las formas de producir y consumir (también información) para encontrar un modelo económico sostenible, responsable y viable para todos y para todas.

Esta claro que la EC no solo es una tendencia internacional, también lo es en LATAM. Esta tendencia, representa la intención de lograr la migración del ya obsoleto modelo económico tradicional de “make, take and waste” (producir, usar y tirar), hacia un modelo compatible con un Sistema Verde, que facilite la consumación de Industrias Sostenibles.

Esto, frente a los altos niveles de escasez de los recursos naturales del planeta, de la generación de residuos a escala mundial, entre otros. Por cierto, y a pesar de ser la EC, una extraordinaria propuesta Pro-Medioambiente, de su operación se derivan varios retos:

Culturales y estructurales, ligados a la consciencia parcial en EC, otros de tipo regulatorio, debido a la insuficiencia con la que la abordan las diversas políticas públicas afines, también económicos, en sí, debido a la falta de claridad en la viabilidad de la ejecución de modelos de negocio circulares, por dar un ejemplo, finalmente, desde el enfoque estratégico, debido a la casi ausencia de datos sobre los impactos para evaluar el cambio del modelo lineal al circular, entre otras cosas.

Sin embargo, en distintos campos productivos, la EC ha arrojado grandes oportunidades. Un ejemplo sería dentro del Sector Energético:

Aunque el mismo, enfrenta desafíos relacionados con la Innovación, la integración del “Big Data”, del Internet de las cosas y sobre la ejecución de medidas ligadas a la EC, basadas en el fomento del consumo responsable de energía, el aumento de energías renovables en la movilidad, así como para lograr una menor dependencia energética de combustibles fósiles.

La EC, en este sector, también ha reportado oportunidades de oro a ser aprovechadas, todas ellas, proyectando un beneficio a favor de la disminución de contaminantes y del incremento de la calidad de vida de las personas.

Así, muchos otros sectores, enfrentan diversos retos directos y transversales en su transición hacia la EC, pero también siguen identificando posibles beneficios para el colectivo a ser explotados.

Sin embargo, es un hecho, la EC es apreciada como la mayor Revolución de la Economía en los últimos 250 años, lo que supone una oportunidad de entre 1 y 4.5 billones de dólares actualmente a nivel global y posee un enorme potencial para la Innovación, la generación de empleo, el desarrollo y crecimiento, basado en un modelo sostenible.